Los cementerios patrimoniales, como el San Teodoro de Piura, el de Miraflores en Trujillo y, por supuesto, el Presbítero Maestro de Lima, resguardan una riqueza invaluable que trasciende lo tangible: las tradiciones inmateriales que nos conectan con nuestra historia y cultura.

Por Marialejandra Puruguay. 02 noviembre, 2024. Publicado en en el diario Correo el 2 de noviembre de 2014.

Las velaciones, por ejemplo, no solo rinden homenaje a los difuntos, sino que fortalecen la unión de una comunidad y renuevan el vínculo emocional de cada familia con sus raíces. Este acto de recordar y honrar a quienes ya no están mantiene viva la memoria y el sentido de pertenencia, aspectos fundamentales para comprender nuestro lugar en la historia.

La relación entre la práctica inmaterial de las velaciones y el patrimonio material de los cementerios es inseparable. Los mausoleos, esculturas y lápidas son testigos y escenarios de ritos que se han transmitido por generaciones. Preservar este vínculo exige no solo proteger el espacio físico, sino también fomentar la continuidad de las costumbres y saberes asociados, que dan sentido a esos lugares.

Las velaciones, además de ser actos de fe, refuerzan una identidad compartida y transmiten valores que perduran en el tiempo.

Concientizar sobre la importancia de esta relación entre lo material y lo inmaterial es crucial en la gestión cultural. No basta con conservar las estructuras, aunque sin duda es un aspecto relevante; es necesario impulsar y proteger las tradiciones que envuelven estos espacios. De este modo, se asegura que las generaciones futuras encuentren en ellos una conexión viva con su herencia y comprendan que el patrimonio cultural no es solo lo que se ve, sino también lo que se siente y se practica.

En tiempos de cambio, promover y proteger estas manifestaciones culturales nos permite seguir tejiendo nuestra memoria colectiva.

 

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